Papa Francisco: entre reformador de fondo y figura mediática

Vie, 12 Feb 2016
Comentario del maetro Pablo Martínez Zárate, académico del Departamento de Comunicación de la Ibero
  • Papa Francisco

Debo advertir al lector que no soy especialista en religión, ni siquiera un hombre religioso. Escribo las siguientes líneas como un estudioso y profesional de la comunicación, uno que lleva ya muchos años investigando los fenómenos mediáticos. Lo he hecho en gran medida desde una universidad jesuita y creo fielmente en la pedagogía ignaciana. Adicionalmente, hace unas semanas me han comisionado un documental sobre la visita del Papa Francisco a Chiapas, lo que me ha obligado a adentrarme en la carrera y el pensamiento de nuestro distinguido visitante.

El Papa encarna una condición inescapable de figura pública. Es tanto jefe del Estado Vaticano como líder religioso de multitudes. Su visita no es sólo pastoral sino también una visita de Estado. Como un hombre que vive de y en la religión, a un Papa, sin importar quien sea, no le corresponde ser como el resto de los jefes de Estado; su doble función lo enviste de una responsabilidad particular. Además, la figura papal continúa siendo una de las principales guías espirituales a nivel mundial, incluso con una Iglesia fracturada y disminuida. En un mundo hipermediatizado, lo anterior implica que el Papa inevitablemente estará en el ojo del huracán de la prensa internacional, más si es alguien tan polémico como Francisco.

Tras la renuncia de Benedicto XVI, la Iglesia Católica se enfrentaba a una crisis quizás sin precedentes. Una crisis que, además, se desarrollaba sobre un mundo cada vez más violento e inequitativo, un planeta agonizante que lucha todavía contra intereses financieros y políticos de muy alto nivel. La renovación de la Iglesia se antojaba urgente, casi como una condición para su subsistencia. Llegó pues el Papa Francisco.

La resolución del cónclave por Jorge Mario Bergoglio tomó a muchos por sorpresa. La resistencia entre los sectores tradicionales de la curia frente a la ideología radical del Papa Francisco no es ningún secreto. La presión política dentro y fuera de la iglesia se suma a una persecución mediática constante. Su voz ha atraído la atención de grandes sectores de la población precisamente porque ha radicalizado el discurso papal, urgiendo a la atención de los menos favorecidos, la crisis ecológica mundial y el apremio por una reforma eclesiástica. Esta tendencia le ha servido de imán a los medios.

Asimismo, una figura como el Papa, con su capacidad de atraer masas, es utilizado por fuerzas en el poder, tanto políticas como económicas, a modo de un anzuelo mediático. Esto supone que grandes actores con intereses políticos y financieros se cuelgan de su visita ya sea con fines proselitistas o pecuniarios. En México, los gobiernos locales y federales, así como empresas privadas, han derrochado una cantidad obscena de recursos para alardear sobre la acogida al Papa.

Las acciones de estos hombres de política y negocios no deberían distraernos de la calidad de una persona como Bergoglio. Tal vez sea el primer Papa verdaderamente revolucionario. Antes incluso que sus palabras, los lugares en los que estará en los siguientes días ya nos dicen mucho de quién es y cuáles son sus intereses. Su teología tiene tres ejes centrales: la filosofía Ignaciana, la teología de la liberación y el pensamiento de Francisco de Asís. Sin temor a ganarse enemigos, con templanza y amor incondicional por todos sin importar religión, clase u origen, Francisco ha exhortado a la población en general, desfavorecidos y poderosos, a transformar el mundo destructivo en el que vivimos, combatir la corrupción, el hambre, la injusticia. Esta postura ha encendido los ánimos dentro y fuera de la Iglesia.

A grandes rasgos, la acción del Papa Francisco se ha caracterizado por una continuación de la inclinación política de la teología de la liberación latinoamericana y lo que ahora se ha dado a llamar un “catolicismo ecológico” (contenido primordialmente en la encíclica Laudato si’[1]), que junto con su presión por la renovación de la iglesia parece ser su verdadero aporte. Aboga por una política dirigida al desarrollo de los más pobres como base de la sociedad, por una aniquilación del dinero como único fin, por un pensamiento destinado a procurar nuestra casa común, la Tierra, tan herida en nuestros días.

Una personalidad como la suya ha elevado las expectativas de una visita papal a México en estos tiempos de desolación y desamparo. Con un Papa como él, sin duda podemos esperar mensajes alentadores y de denuncia frente a muchos de los problemas del país. No obstante, no podemos olvidar que otros poderosos se aprovechan de su figura y él no puede, ni es su función, confrontarlos. Que como hombre religioso, a diferencia de un político cualquiera, Francisco ha de hacer el amor y no la guerra. Que Francisco puede fomentar la reflexión y meditación en todos nosotros, pero no puede ni le compete cambiar al país. Esa labor nos toca a nosotros, religiosos o no.

 

 

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